viernes, 2 de noviembre de 2012

LOS CERDOS ATADOS



"Había llegado la primavera a aquel monasterio budista y con el deshielo la belleza serena de los prados verdes y húmedos invitaban a los monjes a salir a orar fuera del los muros. El monasterio era pequeño y pocos eran los orantes que cada mañana ser reunían en el exterior para meditar mirando hacia el valle y las hermosas montañas lejanas. Con cada respiración profunda y acompasada de aquellos cinco seguidores del bodhi-shama el universo volvía a perpetuarse en armonía y el caos se tornaba orden. 

Así era cada jornada tres veces al día durante una hora cada vez aproximadamente. La contemplación meditativa en busca de la comunión y el equilibrio eran la meta. En su estado de cuasi trance nada consegúia distraer su atención.Ni el murmullo de las hojas mecidas por el fresco viento de la montaña, ni el arrullo de la corriente que serpenteaba ladera abajo, ni las aves, ... 

..ni siquiera aquel cerdo que les salía a recibir curioso entre la maleza cada día, les olisqueaba, mordisqueaba sus vestiduras, empujaba mientras estaban sentados a la vera del camino en la posición del loto, hacía sus necesidades a su alrededor manchándoles,...

Bueno el cerdo si que molestaba un poco. De acuerdo. Por eso uno de los monjes decidió un día atarlo a una vara que en el camino estaba clavada a cierta distancia de ellos y volver a soltarlo cuando acababan y regresaban al monasterio. Y así cada día en litúrgica rutina para evitar ser molestados por el cerdo en sus meditaciones.

Al cabo de los años el gesto de atar a aquel cerdo antes de empezar a repetir sus salmodias y letanías se había hecho completamente natural y se hacía en silencio expectante por parte de los monjes.

En una ocasión pasó por aquellos lugares un monje joven de otra congregación que hacía la peregrinación en busca del gran río lamaista recorriendo todo el Tíbet y buscando refugio donde se apiadaran de él y en los monasterios que a su paso encontraba. Recalaron sus pasos en el nuestro y, como era costumbre pidió permiso para acompañarles en sus rezos. Los monjes como era de esperar se lo dieron. El recién llegado estaba extasiado envidioso de la gran calidad espiritual que en aquella comunidad se respiraba. Se preguntaba cual era su secreto. La austeridad del templo indicaba pobreza extrema. La parsimonia del paso cansino de los monjes, que como un tren humano iban a todas partes en fila arrastrando los pies y los murmullos ceremoniales, le maravillaba. No le cabía duda de que allí se estaba más cerca de Nirvanna que en su propio monasterio. Decidió así abrir bien los ojos y aprender cuanto pudiera de aquellos santones para llevarse parte de aquella santidad consigo. Unas semanas después se fue continuando con su viaje.

Pasaron los años y a los oídos del emperador había llegado la fama de santidad de aquellos monjes por lo que les mandó llamar a su palacio para que le enseñaran su secreto. Aquellos cinco monjes ya eran ancianos y tardaron en llegar a la capital. Cuando llegaron fueron inmediatamente recibidos por el emperador, quien les acompañó por sus jardines. Allí vieron la tumba de su visitante de antaño.Les contaron que había vuelto de su viaje iniciatico completamente cambiado y que nunca en toda su vida había dejado de buscar la luz que ellos le inspiraran. De hecho había empezado una nueva rama del ritual budista que con los años se había terminado por instalar definitivamente y ahora era mayoritaria. Allí, ante ellos estaba su templo central. Entraron, se descalzaron en señal de respeto y compartieron el silencio que casi sacro, allí reinaba. 

De pronto se fijaron que en un lugar principal y protagonista, bajo la gran escultura del Buda sedente que presidía el templo, había un extraño objeto. Se trataba de un enorme cerdo cebado hasta la exageración que se encontraba atado a una ornamentada columna. 
Los monjes curiosos preguntaron a su anfitrión por aquello.

- Nuestro santón y Lama, ya fallecido como visteis, trajo esa costumbre de su viaje. Decía que la había visto en un lejano monasterio. Sostenía que orar habiendo atado un cerdo a tu lado satisfacía al gran Buda y facilitaba una mayor conexión kármica y una más intensa comunión con tu yo interior y el mundo.

Los cinco ancianos se miraron entre sí asombrados y de pronto comprendieron. Las sonoras carcajadas, nada santas ni moderadas, retumbaron en los techos del templo rompiendo el sagrado silencio."

Y tú, ¿cuantos cerdos atados arrastras?¿cuantas cosas sigues haciendo porque las has visto hacer sin preguntarte cual es el motivo para hacerlas de esa manera o para tener siquiera que hacerlas?¿cuándo fue la última vez que te negaste a hacer algo hasta no saber el porqué había que hacerlo así?¿Cuándo fuiste crítico por ultima vez y no aceptaste algo solo por que te dijeran que así se había hecho toda la vida?

¿Cuál es tu cerdo atado?

No hay comentarios:

Publicar un comentario