sábado, 3 de noviembre de 2018

MIRANDO HACIA DENTRO




Me preocupa últimamente estar permitiendo que mi obsesión por ser justo esté dejando paso a una equidistancia cómoda. A confundir mi defensa de la necesidad de tratar de entender al otro con no posicionarme cuando es necesario. A no defender aquello en lo que creo por poner por delante la idea de autolímite y de moderación. No se trata tanto de que me preocupe lo que otros puedan creer, eso me preocupa relativamente. Es más una cuestión íntima y personal. Yo solo quiero reconocerme y recordarme continuamente que la verdad lo es independientemente de mis intereses. Y que así he de enseñárselo a mis hijos. Y que el motor del actuar personal debe ser la conciencia. Y que a menudo hay que forzarse para ser justo y honesto. Y que ser honrado consiste entre otras cosas en ser empático. Y que la moderación, el respeto al otro, el adogmatismo, la templanza, la tranquilidad y la búsqueda del justo medio son, lejos de ser defectos, las mejores virtudes que se pueden entrenar.

Pero también soy consciente de la necesidad de radicalidad en la defensa de ciertos principios, y que a veces en la lucha precisamente por encontrar el justo medio entre la honestidad y la solidez de principios y su defensa me inclino más por lo primero, lo cual ante mi propia conciencia me hace sentir en ocasiones pusilánime, que no es lo mismo que templado. Y que esto puede ser confundido con falta de compromiso, equidistancia errónea o incluso cobardía. Y que en esta incoherencia nada mi pensamiento.

Y pienso si no seré y actuaré así por comodidad, por evitar el conflicto, antes que por esa perfecta idea de honor en el reconocimiento desinteresado de la verdad sea la que sea y me afecte como me afecte. Y si no tendría que actuar a veces en defensa de los míos por lealtad aunque no esté de acuerdo con ellos, o vigilar más por mis intereses y menos por mi conciencia. Y si no me estaré construyendo una idea de mi mismo idealizada y caballerosa patológicamente por falta de valentía.
Y me reconforto a menudo cuando tengo esas dudas en el pensamiento de que estas propias dudas me honran. Y que esta lucha interna es en sí misma valiente. Y que estos también son mis principios y con ella los estoy defendiendo de manera radical. Y que es valiente seguir fuerte en esa concepción aun cuando es incomprendida por quienes te necesitan ver en alguno de los bandos para saber quien eres y se sienten confundidos cuando reconoces verdades defendidas desde distintos puntos del espectro si crees que lo son o no te adscribes claramente a uno de los frentes.

También tengo miedo de confundir en las ocasiones que me despisto la vigilancia por el amor a la verdad y la justicia por encima del interés personal con la mera pose "contra" o la base de partida de "lo contrario" de la corriente mayoritaria, contra lo políticamente correcto sin mirada acrítica. He de recordarme que la cuestión es estar conforme con mis principios y no contra nadie o ninguna idea y menos por prejuicio. O a confundir la herramienta (la vigilancia para no dejarme influir por el interés) con el objetivo verdadero al que aquella debe servir: el mantenimiento en la honradez.

Soy yo. Y bastante tengo con hacerme a mi mismo como para preocuparme si se me entiende desde fuera. Y ser yo significa poner la verdad en la punta extrema de la pirámide coincida o no con lo que yo crea o con lo que me convenga. Y luchar conmigo mismo por mantenerme firme en ser honesto aun cuando sabes que mejor te iría no siéndolo pero que no podrías vivir con ello.

Y ya.


("De acuerdo.. pero llámelo por su nombre:.. Nadar contra corriente. "¿Es eso?)