lunes, 6 de abril de 2015

EL MOTOR DE LA VIDA (SOCIAL)


Me rindo. No puedo con ellos. Los gruñones han ganado la partida. Los enfadados crónicos han vencido. Salvador Sostres rules. Inda manda. Los cabreadores profesionales y los cizañeros han sembrado su semilla tan bien sembrada que ya no recordamos cuando las cosas no eran así. Cuando no tenía más razón el que más gritaba ni el que más ofendía ni el que más interrumpía a los demás al hablar. Nos pasamos años, décadas, durante y tras la transición, enseñando en los colegios y en la educación no formal "hábitos democráticos" (os lo juro, se llamaban así) para que lo poco que teníamos asentado vengan estos y en un pis-pas se lo carguen. Me siento ridículo pensando la cantidad de horas que dedicamos a plantar y regar actitudes como el respeto a los turnos, a la palabra, el rol del moderador, la educación, las ideas de otros, la empatía, la asertividad, la positividad, la deportividad, el espíritu constructivo, el trabajo en equipo, el tono en la conversación, lo constructivo de escuchar, la importancia del consenso, de ceder a veces... Media hora de tertulia de mierda y se van años al garete ante ese ejemplo. Esa es la forma de hablar ahora, esa la de exponer ideas y la de convencer. Bueno no. Ya ni se trata de convencer. Ni siquiera de imponer o demostrar el error del otro. Es más importante el dogmatismo de que mi pensamiento quede por encima. Es dialogo de consumo rápido, de titular. De hablar tú el último o de impedir con tus gritos que se oiga al otro. Es Roncero pegando voces e insultando a una señora por ser del Barca. 

El número de energúmenos crece exponencialmente. Si te pitan desde otro vehículo tienes muchas posibilidades de que el sujeto o individuo te esté insultando a voces desde dentro del cubículo. Hay un cierto tipo de comportamiento en redes que ya tiene nombre propio y se acepta: son los trolls. Existen solo para desfogar su ira y malmeter. La crispación es regla. Y eso se aprende.

Estamos cabreados. Hay motivos. Pero no lo estamos por ellos sino como pose, como actitud social. Curiosamente los que sí manifiestan su enfado por motivos razonables lo hacen así..razonablemente. Los otros son meros voceros, palurdos gritones, verduleras de mercadillo. Y es normal (en términos estadísticos. No lo justifico, me parece imperdonable) porque eso es lo que se ve y lo que se aprende. Ese es el modelo y ejemplo. Es lo que se escucha en las calles, en los debates políticos, en los partidos de fútbol, en el periodismo, en el entretenimiento, en las redes sociales. Antes podías resistirte. Cambiabas de canal. Ya no. Estamos invadidos. El enfrentamiento y la tensión lo es todo. La dialéctica es la filosofía que reina. La religión no es mensaje de paz sino posicionamiento contra otros. Ha alcanzado un nivel hipnótico del que es imposible abstraerse. No hay conversación sin posturas antagónicas y enemigas. La diversión se concibe solo si hay oposición entre bandos. Anoche vi un programa cuya fórmula exitosa consistía en insultar a un invitado. Y no eran ofensas suaves, sino crueles, duras, salvajes, dolorosas.

Han ganado. Punto.

Y ya.