lunes, 14 de octubre de 2013

Hoy alguien no se ha sentido libre..

Me escribe alguien muy cercano a mí que vive en Cataluña.
Me dice que hoy no se ha sentido libre.
Me cuenta que él está de acuerdo con el fondo de la exposición acerca de los atractivos que tiene Madrid que hizo el otro día su alcaldesa (haciendo precisamente una de las cosas para las que se la paga) pero que no puede expresar esa simple idea libremente en público para evitar malentendidos.

..para evitar que los imbéciles que usan la forma para la crítica sin pararse a pensar en el fondo presuman de él lo que no es al entender con sus cortas entendederas que si defiendes una idea expresada por Ana Botella es que eres del PP.

..para evitar que los nacionalistas más ciegos y acríticos dejen de oír una idea tan simple como "el turista puede disfrutar de uno de los lugares mas característicos de España haciendo algo tan español y rentable en términos de placer como es tomarse un café en una terraza de un lugar histórico; la plaza mayor de Madrid" sin ver en ello un ataque a nada ni una ventaja para nadie,

.. Para evitar que gente que no sabe hablar inglés le incluya entre uno de los otros por no reirse de la manera más burda y cutre de una persona que no ha pronunciado bien ese idioma. Cuando además todos sabemos que los españoles nos caracterizamos precisamente por nuestro don de lenguas.

.. para evitar que le adjudiquen por conexión ideas que no tiene ni pertenencias a las que no se ha adscrito voluntariamente por la manía de que la gente tiene que ser de uno de los bandos obligatoriamente y posicionarse agresivamente en contra de los otros.

..para que en el pueblo nadie le tache de lo que no es aunque haga más de diez años que lo conozcan, se haya casado allí y tenido y educado allí a su hija (que es Catalana), y pueda seguir con su vida normal, con sus negocios, sin estar bajo sospecha de maketo no integrado.

..para que nadie extrapole lo que no ha dicho y presuma que considera que las personas que representan a España no tienen por qué hablar bien inglés.

¡¡Pero si él solo quiere decir que tomarse un café en la plaza mayor de Madrid es un buen consejo para el turista!!

¿Porque no puede decirlo y punto?

lunes, 7 de octubre de 2013

AGITADORES

Me limito a copiar y pegar un artículo de La Vanguardia. Es más que suficiente.


Periodistas e intelectuales

Rafael Nadal 

OPINIÓN
Cada día resulta más difícil el matiz, la discrepancia, la duda, la pregunta. Si alguien puede cargarse el proceso político de Catalunya y dividir la sociedad en bandos irreconciliables somos los periodistas y los intelectuales, empeñados en introducir en los medios un griterío que hasta ahora el país había evitado. A menudo, no escuchamos, no leemos, no intentamos entender; tan sólo gritamos sobre las palabras de los demás.
Cometemos una gran irresponsabilidad, porque llevábamos meses de debates apasionados, de preguntas y respuestas enormemente complejas y por ahora las únicas fracturas que habíamos visto son las que ha inventado la demagogia o las que ha encendido la soberbia intelectual de algunos comentaristas. Dirijan su mirada a los barrios y los pueblos y advertirán que la gente lleva tiempo haciéndose todas las preguntas. Y también que la ciudadanía da muestras de civismo, de tolerancia y de serenidad.
Es evidente que el soberanismo ha manifestado sus convicciones con firmeza y eficacia comunicativa, pero también lo ha hecho con mucha moderación y con una enorme contención gestual. La ausencia de incidentes –estadísticamente imposible– en las movilizaciones de centenares de miles de personas durante los días once de septiembre de 2012 y 2013, constituye una lección de civismo tan excepcional como el de la mayoría de los ciudadanos contrarios a la independencia, que han observado y discutido con respeto las manifestaciones. Por ahí, pues, el futuro es esperanzador. Catalunya está en las mejores manos.
Pero el proceso va entrando en un camino de provocaciones y algunos opinadores, lejos de ayudar a una reflexión serena y plural, se han lanzado a una deriva partidista. No me refiero a los incendiarios que insultan e incitan a la violencia física o intelectual contra los adversarios: a pesar de su peligrosidad, se trata de grupos minoritarios con una incidencia casi nula en la mayoría de los ciudadanos. Hablo de los que monopolizamos las plataformas de expresión públicas y privadas. De los que deberíamos hacer exhibición de reflexión y autocrítica, pero hemos caído en un fanatismo propio de hooligans de equipo de fútbol. En ambos bandos de la discusión.
Ahora mismo hay intelectuales independentistas que hacen listas de buenos y malos; que se ponen orejeras para mirar sólo en una dirección y no oír hablar ni de riesgos ni de problemas; que acusan de traición a los que no comulgan con su entusiasmo; que señalan como desafectos a quienes tratan de contrastar con solvencia y honestidad; que promueven exámenes de catalanidad y que reclaman el monopolio del patriotismo en base a su antigüedad militante, olvidando que el independentismo, mientras tenía un apoyo marginal, no era una alternativa como ahora que tiene apoyos amplísimos en la sociedad catalana.
En sentido contrario, muchos intelectuales contrarios a la secesión no sólo descalifican a quienes sostienen tesis diversas, sino que se burlan de ellos. Insultan y manipulan a conciencia, con el fin de atribuir al adoctrinamiento el impulso de un movimiento transversal que saben de sobra que sólo puede haber salido de las clases populares y medias, de abajo hacia arriba. ¡Cuántas veces no han intentado ellos mismos impulsar movilizaciones similares y han fracasado, precisamente porque no partían de la base social del país!
Algunos de estos intelectuales no supieron pronosticar a tiempo la eclosión del independentismo y quizás no han digerido su propio error de diagnóstico. Ahora, en vez de reconocer humildemente su fracaso, se han convertido en activistas que intentan hacer fracasar la independencia; en vez de preguntarse qué pasa y porqué, intentan demostrar que no se habían equivocado. Un ejercicio de prepotencia y de soberbia intelectual que los desacredita. No les niego el derecho –e incluso la obligación– de mojarse y ser fieles a su conciencia y a su compromiso con la sociedad. Pero se les debe exigir honestidad intelectual, respeto y que dejen de mirar al resto con pretendida superioridad moral.
Vienen tiempos más difíciles y se hará imprescindible una argumentación compleja, que los fanáticos de un bando y del otro no querrán escuchar. Las cosas no siempre serán como queremos. A veces ni la razón ni la voluntad son suficientes para cumplir los anhelos de las sociedades, aún cuando son mayoritarios. Cuando llegue este momento, tendremos que saber escuchar, valorar y reconocer a los demás, antes de decidir con convicción. Y sería bueno no disparar contra los mensajeros: todavía hay quienes se enfadan si decimos que llueve cuando ya hace rato que la lluvia descarga. ¿Pero si llueve, qué quieren que digamos? ¿Que luce el sol?
A muchos cada vez nos gusta más leer a los que no piensan como nosotros. Los diferentes. Los que argumentan en sentido contrario. Los que nos obligan a pensar, a detenernos y a dar dos vueltas a los argumentos. Los que nos generan preguntas y nos obligan a buscar respuestas. Los que hacen mejores nuestras propias reflexiones, confirmándolas o modificándolas.
Tengo el convencimiento de que los ciudadanos también dudan, quieren saber y quieren preguntar hasta la extenuación. Es nuestra responsabilidad hacerlo posible. Pero también estoy seguro de que tienen claras sus ambiciones; que decidirán informados y con convicción: sienten auténtica aversión a la falta de transparencia, pero también a las manipulaciones, a los pactos ocultos y al despotismo ilustrado que les pretende aleccionar