Es llanamente insultante la simpleza reduccionista de creer que
un ser humano es definible con un solo término. La riqueza de las personas,
puede incluso que lo que nos haga serlo y desde luego lo que nos diferencia de
otras especies y unos individuos de otros entre sí, es precisamente la
variedad. No solo la variedad como distinción dentro del grupo sino, sobre
todo, la multidimensionalidad que nos hace individuos.
El ser humano es multifacético y complejo. No tiene nada de
sencillo. Nadie puede ser descrito solo por uno de sus rasgos. Eso es sumamente
pobre. Lo que conforma la personalidad de cada uno de nosotros son las miles de
características que la componen y, es más, la forma en que estas se
interconectan entre si.
Alguien es alguien, y es diferente a otro alguien, por sus amigos, las personas a las que se ha acercado, aquellas cuya compañía ha rechazado, sus aprendizajes, sus aficiones, sus anhelos, sus apegos, sus necesidades, lo que
ve cuando mira atrás, sus promesas, sus incumplimientos, sus lágrimas, sus
risas, sus filias, sus fobias, su genética, sus elecciones, sus relaciones, sus
influencias, su cultura, sus tradiciones, su ambiente, su educación, su crecimiento,
su esencia, su espiritualidad, su fe y su religión caso de tener una creencia,
sus principios, sus ideas, sus opiniones, sus fidelidades, su capacidad de
razonar en las muchas esferas en que se puede ser inteligente, su pasado, sus
esperanzas, sus dogmas, su background, sus citas favoritas, la palabra que
elige como lema y guía, lo que come y bebe, sus horarios, sus frustraciones, su
color favorito, su aspecto, sus cicatrices y heridas, sus juegos, sus
pensamientos, sus reflexiones, sus preocupaciones e inquietudes, las gentes con
las que se ha cruzado, lo que le ha sucedido y cómo lo ha hecho frente, sus
traumas, sus neurosis, sus dolencias y enfermedades, su sentido del humor, del
deber, del honor, su forma de practicar el amor, sus inputs, sus influencias,
sus referentes, sus héroes, sus ejemplos, las personas a las que admira, las
películas que ha visto, los libros que ha leído, las conversaciones que ha
mantenido, la música que ha oído, el arte que ha admirado (o no), sus viajes,
sus experiencias, sus aventuras, los riesgos que ha tomado, los caminos que ha
elegido, los que ha andado literalmente, los puertos en que ha recalado, los
precios que ha pagado, sus pecados, sus virtudes, sus excentricidades, lo que
le hacen único, por el verso con el que ha contribuido, por los bosques que ha
explorado, sus padres, sus hijos, su entorno, su familia, sus temores, sus
gustos, sus coherencias, sus incongruencias, su sexualidad, su carácter, su
fuerza de voluntad, su capacidad para recuperarse y su resiliencia, sus sueños,
sus habilidades, sus defectos, sus cualidades, sus vicios, sus debilidades, sus rechazos, sus
fracasos, sus aciertos, sus respuestas, sus silencios, sus posicionamientos, la
fuerza con la que defiende sus posturas, sus lealtades, sus traiciones, sus
rasgos, su infancia, su país, sus decisiones, sus costumbres, sus miedos, sus
fortalezas, la forma de gestionar sus talentos y las oportunidades que le
brinda la vida, sus reacciones, su forma de mirar, su honestidad o falta de
ella, sus grises, sus líneas rojas, su curiosidad, lo que le apasiona, sus
errores, su manera de relacionarse con otros, con el dinero y los bienes
materiales, con la muerte, con el dolor, con la comodidad y el confort, con la
mentira, por lo que le entristece o le hace reír, por su forma de llenar los
vacíos, por su sensibilidad, por sus palabras y sobre todo por sus hechos y sus
obras...
Es grosero tratar de englobar todo lo que es un hombre en una
sola palabra. Y dentro de esa grosería el mayor ejercicio de simpleza es tratar
de hacerlo por una mera etiqueta (Y ya no te digo si se trata solo de una
profesión que es a lo que estamos acostumbrados).
Ninguna persona es solo "español",
"musulmán" y menos solo "jardinero" -Y ya de tratar de
reducir a esa mínima expresión mejor usar otros recursos, que la información
que aporta ese cliché es interesada social y económicamente (de ahí su
grosería)-. Las
etiquetas reduccionistas conllevan presunciones encadenadas de manera injusta.
Hay una querencia natural a rellenar los espacios en blanco con conexiones sin
base y además ello permite de manera instintiva clasificar a la gente y
categorizarles en "amigos/enemigos".
Sería interesante empezar a responder a la pregunta "Y
tú ¿Qué eres?" con una ristra de adjetivos como: padre, aficionado a la
fotografía, coleccionista, zurdo, aries, vitalista, lector de ebook, maniático,
moderadamente feliz..
O mejor aún, sería increíble tratar de conocer sinceramente a las personas por
todas sus facetas en lugar de reducirlas a solo una de ellas.
Y ya.