viernes, 19 de febrero de 2016

CORPORATIVISMO ESQUIZOIDE



Otro que está en la iglesia más por "pertenecer" a un bando y tener claro quienes son los suyos y quienes sus enemigos que por el mensaje originario. 

Antes de seguir y para saber de lo que hablo te sugiero que leas con mentalidad abierta y crítica esta entrada. Luego hablamos.

¿Qué tal? ¿Cómo te quedas?

¿Tú también piensas que alguien no se ha leído las bienaventuranzas? ¿Que se perdió el día que hablaban en religión de lo del perdón y otras fruslerías que fundamentaban el mensaje de Jesús? ¿Tú también crees que España es el país con más católicos nominales y menos católicos practicantes?

Me remito a una pedante auto-cita en "Si te gustan las rubias eres un bandista", que para eso lo escribí en su momento y viene muy a cuento. Y así me ahorro crear de cero de paso.


"Rizando el rizo del corporativismo erróneo:

De entre los efectos dañinos de la aplicación de la “Presunción de Hopkins” hay un fenómeno que siempre me ha llamado mucho la atención. Kowalsky lo denominó en 1997 “Proceso de rizamiento corporativo” y se ha dado como forma de distorsión del “bandismo” a lo largo de la historia (de ahí lo de rizamiento, por lo de “rizar el rizo” de un vicio sobre otro).
Consiste en que un colectivo, que nació originariamente de un conjunto de ideas en las que sus miembros estaban de acuerdo (su “programa” o “ideario”), termina olvidando estos principios para quedarse únicamente en el grupo mismo. Incluso se da el meta-rizo de generar con el tiempo otro “corpus” de ideas que en la mayor parte de las ocasiones tiene poco que ver con el original. Pierden en el camino su esencia inicial por completo pero mantienen la fuerza formal del grupo. Paradójicamente a menudo estas instituciones basan su existencia y legitimación en la tradición. De hecho en mi opinión todas las estructuras humanas que perduran en el tiempo terminan sufriendo este proceso en mayor o menor medida. A este itinerario por el que se sustituye “esencia” por “supervivencia” lo suelen llamar eufemísticamente “evolución”. Muchas entidades son irreconocibles con el paso del tiempo respecto a la razón por la que nacieron, pero sus componentes se enorgullecen de su pertenencia al grupo y consideran su enemigo a quien se declare contra los postulados que ahora defienden, aunque ya no tengan nada que ver con el ideario del que surgieron.

Cuando Federico Jiménez Losantos tenía un programa matutino en la cadena COPE de vez en cuando recibía alguna crítica de oyentes que consideraban ciertos posicionamientos y expresiones demasiado agresivas. Alguno consideraba poco cristiana alguna actitud o comentario especialmente ofensivo o incluso incitador al enfrentamiento. No le faltaban sin embargo defensores, que le daban su apoyo casi al instante con argumentos cuando menos curiosos. En una ocasión oí considerar “anticatólico” a quien criticara al periodista. Una vez se estaba tratando en antena la corrupción que iba ligada al urbanismo y un oyente crítico se manifestó contra la actitud del director del programa calificándola de “innecesariamente maleducada”. A los pocos minutos otro oyente muy indignado con la intervención anterior “recomendaba” al primero, por decirlo suavemente, dejar de oír esa emisora si no le gustaba lo que se defendía en ella (en realidad dejaba entrever su enfado porque entre los oyentes de esa cadena hubiera “disidentes”). Acabó calificándole de presunto “abortista”. En el colmo del “ricismo” invitaba a abandonar la iglesia católica (apostatar) si no se estaba de acuerdo con opiniones del periodista sobre política nacional (en materia económica, sobre negociación con ETA, aborto, etc.). Aquel fue un magnífico ejemplo de ”rizamiento corporativo”. Se hablaba de expulsar del grupo a quien no estaba de acuerdo con el actual dogma (aunque este iba contra el inicial que dio razón de ser al grupo, en este caso el cristianismo original -Recordemos la importancia que tiene en la línea editorial de esta emisora  la Conferencia Episcopal-).

Cualquier observador neutral se da cuenta de que muchos de los actuales postulados de la iglesia católica no serían compartidos por los cristianos originales [1]. Se ha llegado al momento (hace muchos siglos) en que el grupo es más importante que las ideas que le dan soporte y que lo que importa es defender a la institución diga lo que diga. Quien ataca a uno de los míos me ataca a mí. La estructura es mi bando y los que no estén de acuerdo son “los otros”. Por tanto son el enemigo y he de convencerles de su error y convertirles. Y si no se dejan .. vencerles y someterles. ¿Y que tiene esto que ver con los valores predicados en el “Sermón de la montaña”? Nada, pero a los ojos de alguno el simple hecho de usar este ejemplo ya me califica como anticlerical y por tanto de “enemigo”.

Este axioma se cumple casi a rajatabla en el mundo de las religiones. Por proximidad de la que más puedo opinar es de la que ha sido mayoritaria en mi entorno. Aunque la imagen esté un poco gastada es verdadera y gráfica. Muchos participantes activos en ritos de la iglesia católica no creen en el mensaje de Jesús y sin embargo se sienten formando parte de un grupo al más puro estilo bandista (por tradición familiar, por afinidad social, por inercia..). Una buena parte de ellos defiende a “los suyos”, sus “tradiciones” y el nuevo mensaje completamente distorsionado respecto al original, sin el más mínimo espíritu crítico y sin buscar la conexión con los valores que le dieron razón de ser al nacer.
Gente que se considera en el lado correcto del espectro moral se asquea de la cercanía de la pobreza al salir de misa. Anualmente miles de celebraciones por toda España como bautizos, bodas y comuniones tienen más que ver con la adscripción a un grupo o la posibilidad de demostrar poderío económico y apariencia, que con la creencia espiritual. Participar como cofrade en las procesiones de Semana Santa o sacar a la Virgen del Rocío no son para muchos manifestaciones religiosas sino tradiciones locales. Hay incluso quien no ve relación directa entre lo uno y lo otro (¿Qué tendrá que ver, verdad?). La pertenencia a una confesión y la celebración de sus sacramentos es para mucha gente más una cuestión social que de trascendencia. Es más importante el refuerzo del grupo, el “sentirte entre los tuyos”, hacer lo que hagan, cumplir las normas convenidas, que el mensaje que le daba razón de ser originariamente. Todos lo sabemos. La jerarquía también, pero reconocerlo reduciría capacidad de poder e influencia. [2]

La manifestación más grave de esta distorsión la tenemos en la violencia con apellido religioso: el terrorismo “islamista”, los enfrentamientos nacionalistas en Irlanda entre “católicos” y ”protestantes”, los actos delictivos cometidos desde algunas siglas de la “Democracia Cristiana”, el papel aglutinante que los “bandos” religiosos han tenido en la historia de la guerra y la tragedia, etc. Es como poner una bomba y reivindicarlo en nombre de la paz. Kafkiano.






[1] Que se lo expliquen a los franciscanos, a los representantes de la teología de la Liberación, a los grupos católicos de base tachados de rojos, a los colectivos gays cristianos...
[2] No tengo porque explicar, pero lo hago, que convivo frecuentemente con católicos coherentes a los que admiro por vivir en su día a día el mensaje de Jesús. Eso me legitima precisamente a ser muy crítico con los que lo tergiversan y manipulan para sus intereses arrogándose la bandera de ser buenos católicos, cuando en realidad no han entendido nada, pero a los que compartir el corporativismo de un símbolo que les ayude a identificar a los suyos y discriminar a los otros les es suficiente.

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