VIVA LA PEPA, LA DEMOCRACIA, EL PARLAMENTARISMO, EL SISTEMA DE
PARTIDOS Y LA MADRE SUPERIORA..
¡¡Alegrémonos por la democracia y la alternancia política!! (dijo el
bandista)
Los vascos van a poder disfrutar una vez más de la posibilidad de
ejercer el único superpoder que tenemos como ciudadanos. ¿Visión de rayos X?,
Noooo. ¿Supervelocidad? Noooo...
El superpoder del voto ¡¡¡Bieeeeennn!!!
Ello supone que tendrán suerte pues se presenta ante ellos la
posibilidad, que digo, la oportunidad.... aún más, el reto.. de pensar por si mismos de manera
individual, objetiva y desapasionada sin ataduras históricas, familiares, de
clan, tribu, grupo de adhesión estético, etc. A ver si saben hacerlo. Con un poco de suerte
no harán lo mismo que llevamos haciendo tantos años el resto de los españoles
(valencianos, andaluces..) y pensarán por si mismos antes de introducir su voto
en la urna.
La más asquerosa expresión de obediencia sumisa acecha: la disciplina
de voto o de partido. Se resume en la idea de “Si soy de estos he de aceptar
todo lo que defiendan sea lo que sea” (“El que se mueva no sale en la foto”
Alfonso Guerra dixit).
La comodidad hace que aceptemos cada vez más fácilmente las posturas
decididas de antemano que nos vengan dadas desde arriba. Lo hacemos en bloque,
para evitarnos tener que pensar, y asumimos igualmente en lote como equivocadas
todas las del otro bando sin pararnos a escucharlas ni tratar de entenderlas o
criticarlas constructivamente. Se llega así a la conclusión de que no puede
haber una sola idea correcta entre las de “los otros”. Al final lo haremos de
manera automática.
En nuestro país estamos acostumbrados a ver las concreciones r eales de esta distorsión democrática a diario.
Nuestro propio modelo político y social se basa en él. Algunos de los sentidos más falaces y
asumidos de este postulado están recogidos en la propia Constitución como
cuando consagra el sistema parlamentario de partidos o la fórmula de la
negociación colectiva desde la base de la agrupación de las ideas y las
personas en bandos. Su máxima distorsión es el bipartidismo actualmente
existente.
¿Quién no ha pensado alguna vez que con lo que cobran nuestros
diputados y lo que piensan por sí mismos sería más r entable
que las Cortes estuvieran compuestas solo por los portavoces de cada partido en
lugar de por más de trescientas de sus señorías? Bastaría con que una maquinita
multiplicara el voto de estos portavoces por el número de escaños que tiene
cada partido y así se formarían las mayorías. De este modo no obligaríamos a
nuestros r epresentantes a la
engorrosa tarea de tener que ir al Congreso a trabajar. Nos ahorraríamos el
penoso espectáculo de verles llegar tarde a una votación corriendo por los
pasillos desde la cafetería del Congreso y tener que aporrear la puerta de la
sala del hemiciclo para que les dejen entrar, o el de votar por su compañero
con el pié,.. pero sobre todo nos evitaríamos el patético trámite de sus
señorías buscando con la mirada a su director de filas que les indica con los
deditos lo que deben votar sobre un tema del que ni siquiera saben de qué se
trata (y rezar para que no se equivoquen de botoncito).
Nuestros dos principales partidos políticos actúan así. Nos proyectan
la imagen interesada de que son dos bandos irreconciliables y de que nunca
estarán de acuerdo ni sobre temas en los que no tienen opinión creada como
partido. Todos sabemos que nuestros diputados no saben pensar por sí mismos
como regla general (la regla se llama disciplina de partido). Cuando están
organizados miran al portavoz del grupo que les hace una indicación para
hacerles saber “lo qué piensan sobre algo”. Pero en los casos más groseros les
vemos votar simplemente lo contrario de lo que vota el otro partido. Sea el
tema que sea. Las ideas se agrupan por fajos (u obediencias) y los frentes
contrarios no pueden estar de acuerdo en nada. Punto.[1]
¿No te pone nervioso oír de pronto en un mismo día y durante varias
semanas a todos los lideres de un partido repetir la misma frase sean de donde
sean? Nuestros pro-hombres necesitan que alguien les dicte cada día qué es lo
que tienen que pensar y decir ante las cámaras si les ponen un micro en la boca
a la salida del restaurante. No sólo se trata de disciplina de partido y de dar
imagen unificada, también hay que evitar que piensen por sí mismos (Claro que
ellos se prestan. Se juegan el sueldo). No hay que ser muy listo para darse
cuenta de que no es casualidad: “El PP no hace propuestas”, “el Señor Rubalcaba
tiene que dimitir como Vicepresidente y Ministro de Interior pues sus
preocupaciones como candidato le están impidiendo su trabajo”, etc.[2]
A menudo pienso quienes serán los que las preparan, redactan y remiten a todos
los despachos para que los políticos de cierto nivel sepan las instrucciones
del día y lo que deben pensar (huy que lapsus, he querido decir contestar) si
se les pregunta. ¿Serán grandes estrategas políticos?, ¿Serán los famosos
“fontaneros de la Moncloa”?, ¿Será una subcontrata?, ¿Será un genio del mal?
Estos creadores de “mantras” políticos tienen gran influencia. Basta entrar en
una cafetería y ver a la gente repitiendo la frase-tópico del día. Estos sí son
verdaderos generadores de opinión. Son la mayor representación del frentismo
agrupado.
También tuvimos una buena paradoja en la entrada en el panorama
político de partidos que no se podían encajar claramente como de izquierdas o
de derechas. ¿Por qué se sintieron tan descolocados los partidos clásicos?
Porque no sabían claramente si eran de “los suyos” o de “los otros”. Rompían
las reglas. No se podía saber de antemano a quien iban a apoyar en cada
votación. ¿Cómo podía ser que estuvieran de acuerdo con algunas de sus
propuestas y con otras no? No estaba claro quién era su partido o facción
opuesta. ¿Todos? Durante un tiempo se convirtió en una constante encuadrarles
en uno u otro bando según interesara en cada momento a quien hablaba.
Finalmente terminaron decidiendo que como quitaban votos a los unos y a los
otros (que es lo único que les importaba a ambos por encima de las ideologías o
el interés del ciudadano) eran enemigos de todos ellos.[3]
Una de las más desastrosas consecuencias de aplicar esta regla de la
disciplina de partidos es la “Polarización en espiral y sin frenos”:
Si pienso A los que pensamos A somos un bando y además estamos
enfrentados a los que piensan B.
Todos nosotros pensaremos igual si se nos plantea un nuevo tema (y esa opción
estará enfrentada a la del otro bando que también será en bloque). Esto
acentuará nuestro enfrentamiento llevando nuestras posturas a los extremos. Tal
cosa sucederá en ciclo sin solución y de manera exponencial con cada nuevo tema
sobre el que haya que adoptar un posicionamiento. Toda esta conjunción
acentuará nuestro corporativismo y nuestro enfrentamiento contra el otro bando.
Polarizará las posturas y extremará las ideas siendo caldo de cultivo de los
fanatismos.
Este sentido de individualismo al que canto no es a favor de prohibir
el asociacionismo, sino el sectarismo, y contra la exigencia de renunciar a uno
mismo por formar parte de un grupo. La agrupación libre de personas con fines
lícitos no solo no es mala sino que es deseable. La opción por uno u otro bando
a veces no es libre y nos vemos obligados a tomarla e incluso en casos extremos
es hasta necesaria. Lo que tenemos que evitar es el “bandismo” como fenómeno
alienante. La asunción normalizada y entendida como lógica y natural de que en
nuestra vida ordinaria tenemos que unirnos a un grupo u otro sin remisión, de manera
constante, sobre todos los temas y para siempre. La errónea suposición de que
al adherirte a una corriente estás haciendo un acto voluntario de renuncia a
tus propias ideas. De que esa adhesión es “en bloque”, como conjunto a todas
las del grupo y por extensión a las de cada uno de sus componentes (sobre todo
a sus dirigentes). Aun a las que todavía no conoces porque están por
construirse e irán llegando en el futuro a medida que el grupo se tenga que
posicionar sobre los distintos temas que vayan apareciendo. La obediencia ciega
a las “estructuras superiores” que nos evite el esfuerzo de pensar por nosotros
mismos.
Se trata de potenciar el individualismo en el sentido de trabajar el
espíritu crítico de cada uno de nosotros y esa es una tarea personal y
continua.
La tendencia de agruparnos por afinidad con quien piense como nosotros
es consustancial al ser humano. Se trata de un mecanismo que tiene incluso algo
de “defensivo” aunque el concepto me repela. También explica la necesidad que
tenemos a veces de responder al estereotipo que se espera de nosotros por
pertenecer (aunque sea de manera informal) a un grupo: por ejemplo vestirse
acorde con la edad. Lo peligroso no es
buscar vínculos de unión con nuestros semejantes sino que el pacto para esa
unión exija el precio de la renuncia a las propias ideas. No está mal
unirse a los que piensan como yo. Lo incorrecto es dejar de pensar por mi mismo
por hacerlo.
«Un intelectual es alguien fiel a un conjunto político y social, pero
que no deja de cuestionarlo». (Jean Paul Sartre)
Los verdaderos enemigos de la democracia y el librepensamiento y las mayores falacias de la historia son la
obediencia debida, las consignas de partido, la disciplina de voto, las
instrucciones a aceptar ciegamente, los programas electorales entendidos como
conjunto de ideas que se aceptan o rechazan en bloque, las órdenes venidas de
arriba, los dogmas indiscutibles,..
Adherirse a un grupo, e incluso admitir la existencia de la jerarquía interna
del mismo, no es lo mismo que renunciar a la individualidad ni mucho menos
hacer un acto expreso de sumisión. Solo es asumir una forma concreta de
organizarse para alcanzar más eficazmente los objetivos. Una lección aprendimos
de los totalitarismos corporativistas (“La patria antes que el individuo”) y es
la mejor lección de las democracias socialdemócratas y liberales: Que lo
accesorio no nos oculte nunca lo importante, que lo instrumental no supere lo
esencial: toda estructura ha de estar al
servicio del INDIVIDUO. Por encima del grupo (sindicato, partido,
asociación, equipo..) siempre ha de estar cada persona que lo componga y sus
criterios propios.
(que nadie se moleste es solo un meme encontrado por Internet. Algunos de los que militamos en partidos políticos no respondemos a este perfil)
[1] A los pocos días de escribir
estas líneas en mi ordenador personal recibo la visita de dos
sujetos vestidos de negro con largas prendas contra la lluvia que se presentan
como vendedores de gabardinas pero cantan desde lejos como agentes del gobierno. Me intentan primero amenazar
y luego chantajear para que no desvelara lo que había descubierto. Dios sabe
como lo habrán sabido. Me he negado, claro. No
descarto acciones en represalia. Si me pasa algo ya he dejado instrucciones a mis
abogados y he enviado unos sobres lacrados a los principales periódicos. No
sabía que meter en ellos pero he leído en las novelas que hay que hacer eso.
[3] El
metacorporativismo ataca de nuevo. Los supuestamente “opuestos” se desvelan
como aliados y componentes del mismo bando ante la amenaza de la aparición de
uno nuevo que les pueda perjudicar.
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