martes, 14 de enero de 2014

EL COLMO

La máxima expresión de la ceguera bandista (ceguera parcial, permitaseme el juego de palabras) es reírse sólo de un chiste si lo cuenta uno de los tuyos y considerarlo poco gracioso si el que lo cuenta es de "los otros". 
Basta con que estemos un poco atentos a nuestro alrededor para observar este curioso fenómeno. Tendemos a considerar más hilarante una anécdota si la cuenta alguien de nuestro bando. Será por corporativismo mal entendido, por peloteo, por solidaridad mutua entre correligionarios.. pero es así.
También el efecto contrario es apreciable. A menudo aunque sea el sucedido más desternillante ponemos cara de mustios sin conceder a nuestro oponente el beneficio de nuestra risa si es él "enemigo" quien lo cuenta.

Se trata de una buena metáfora. No es la gracia del chiste lo importante (el fondo, la analogía con ¿la verdad?¿la justicia?) sino los aspectos externos, quién lo cuenta, de qué lado está, a quién hago daño o beneficio si me río (la forma, el bando).

Y el caso más exagerado ya es la falta de sentido de la ironía hacia los tuyos o hacia tus propios postulados, que solo se permite si viene de nuestras filas y se entiende como insulto si viene de enfrente.

La trinchera como discriminador de lo gracioso. ¿Qué diría Gila?

Somos así. No nos reiríamos (incluso aguantariamos la risa) por "lealtad" a los nuestros. 
No reconoceríamos la verdad más que en el caso de que nos interesara o beneficiara hacerlo. Sólo lo haríamos en el caso de que interesara a nuestro bando. 

Es todo tan ridículo.

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