jueves, 27 de noviembre de 2025

LA RESISTENCIA

 

Es prioridad ABSOLUTA de la ciudadanía, ya que TODA la clase política está empeñada en lo contrario, guardar la memoria para pasarla a la siguiente generación de que hay otra forma de hacer política, de que no hay por qué aceptar esta a la que nos ha acostumbrado toda esta gentuza que entre unos y otros están acabando con la democracia que me enseñaron. Desprestigiando las instituciones y los pilares básicos, relativizando los principios absolutos, desafectando al ciudadano del negocio que se han montado. De que hubo un tiempo no lejano en que sin renunciar nadie a sus ideas podía convivir con el otro y alternarse sin que la destrucción sistemática del oponente fuera el único interés para estar en política. De que había límites y líneas rojas que todos aceptaban que no podían superarse. De que la decencia importaba y se valoraba la honradez. De que el interés general movía a los servidores públicos que tenían claro que, asumiendo la parte de ambición personal, eso era lo que eran y no otra cosa. De que no se tenía al ciudadano por escoria simple y manipulable sino por el verdadero soberano al que se debían y al que representaban.

Necesitamos formar una resistencia a esta forma de hacer política de unos y otros. Para que no se olvide que se puede hacer política de otra forma y no acepten las generaciones venideras esta herencia envenenada que les dejamos al hacerles creer que era esto en lo que consistía hacer política.

Y el primer paso para ello es dejar de militar en las filas de los incondicionales que nos han convencido son la única forma de militar, dejar de defender lo indefendible solo porque lo han hecho los nuestros y atacar lo que sea que haga el de enfrente. Si queremos permanecer cuerdos algunos al menos para pasar algún gramo de esa cordura a los siguientes lo primero es dejar de estar enfadados y de saltar obedientes a la orden de la voz de su amo como resortes repitiendo como paredes de un muro en eco los argumentarios que nos dicen que repitamos sin ningún espíritu crítico. Sin sus "repetidores" esta escoria no sería nada.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Y ya.

miércoles, 5 de noviembre de 2025

GANAR LA BATALLA DEL RELATO

"Ganar la batalla del relato"

¿Puede que estemos ante la expresión más asquerosa en términos éticos que el neolenguaje ha inventado? A mi me caben pocas dudas.

Cuando la usa alguien está hablando ya no de dar "su versión" de los hechos, lo que conlleva una connotación, por lejana que sea, de que el usuario cree en ella, sino de una visión en la que no es importante si "lo relatado" es o no verdad. La idea de "relato" hace alusión a una narración del tema del que se trate en que se admite la ficción mientras nos convenga. Cuando se habla de construir "el relato" es una expresión literal, se refiere a inventar uno que se pueda intentar hacer creer, que pase por verosímil (a veces ni eso), pero sobre todo que nos beneficie o perjudique a los otros. Lo demás es colateral y accesorio. Lo relevante en la batalla por el relato es que sea creíble por el español medio, no que sea cierto.

La expresión conlleva además un proceso posterior a la fase imaginativa. Exige difusión, repetición hasta el hartazgo, hasta que suene tan normal que los simples la repitan a su vez ya sin necesidad de instrucciones como parte de sus creencias. Sin asomo de duda. Gana en esa batalla quien se ve ayudado por más colaboradores dispuestos a repetirla acríticamente y darla por buena, claro. Es lo que en otro logro del neolenguaje se llama "postverdad".

Hay que poner a trabajar el traductor. Ganar la batalla del relato es "hacer creer nuestra versión de los hechos" al mayor número de personas. Porque "el relato" suele ser lo contrario a "la verdad". Esta es objetiva y el relato es interesado por esencia. Ganar esa batalla requiere una intención de manipulación, no de veracidad. Quien lo pretende no aboga por lo justo, lo correcto, lo cierto.. sino por lo que le interesa.

Se deja ganar la batalla del relato no solo el bando que pierde ante la opinión pública en cuanto a credibilidad de su versión, sino, ante todo, el individuo que admite el relato sin más, sin someterlo a su propia creencia y sentido crítico.

Nikómako, oye las verdades que los otros proclamen y tras ello construye la tuya.

Y ya.