El esquema BLANCO-NEGRO es tan sencillo de aplicar para ciertas mentalidades que su poder se hace aplastante cuando se asienta en la masa. Aunque sea simplemente ridículo en su planteamiento lo cierto es que hay toda una caterva de idiotas que lo asume. El ejemplo más palmario lo tenemos en la contraposición machismo vs feminismo.
Y dentro de este fenómeno está el del etiquetado. Cría fama.. dice el refrán. Que te la críen diría yo. Si alguien es incluido en una categoría da igual si lo merece o no (si es cierto o no que pertenece a esa clasificación), da igual lo que haya hecho o lo que haga en el futuro. Si trata de aclarar que no ha dicho eso o no pertenece a esa corriente de opinión la turba ignorante vera en ello una confirmación de su prejuicio. Es una vieja técnica inquisitorial. No hay nada que hacer. Es la trampa perfecta. Está muerto.
Si a eso añadimos la facilidad con la que a la mente simple le basta una sola opinión en un único tema para etiquetar a alguien para siempre como BLANCO o NEGRO (y haciéndolo además ya con el pack completo de presunciones vinculadas) tenemos el lote. Nunca mejor dicho.
Y si al resultado a su vez le sumamos la presión del pensamiento políticamente correcto ya la tenemos liada. La receta del guiso del odio.
Esto es más sangrante, y sobre todo más triste, cuando la adscripción a ese grupo o ideario ni siquiera se ha hecho en base a algo que la persona ha opinado en un momento dado aunque haya sido puntual y descontextualizado respecto al resto de sus opiniones en otros campos y momentos, sino que simplemente es por su pertenencia a un colectivo profesional, familiar, etc. Me produce especial repugnancia el etiquetado imbécil y automático, y la presunción de las opiniones de alguien por el hecho de ser guardia civil o militar en general, actor, juez, ir en bici, ser hijo de alguien significado en algún sentido, católico, vegano, aficionado al toreo,..
Cuando alguien decide que, por ejemplo, Arturo Pérez-Reverte es un facha ultramontano de cuidado (Y ya con ello todo el resto de etiquetas que ello conlleva según su esquema mental reduccionista: machista, fascista, asesino de toros, racista..) en base a una opinión concreta de un día sobre un tema específico (por ejemplo negarse a usar el lenguaje inclusivo), da igual que el resto de su trayectoria no diga eso. Con eso se queda para siempre hasta el punto de convertirse para la masa hater en el epítome de esa maldad. El rostro español de lo rancio y de lo antiguo a superar. Ese es el poder de la oleada opinadora.
El mundo se entiende más claramente si sabes quienes son los tuyos y quienes los otros. Así. Básico. Simple. Dos grupos. Los nuestros y los equivocados.
Y sin embargo he de confesar que es un buen sistema para caer en esa misma trampa. Yo mismo lo hago. Pero de otro modo. También divido a la humanidad en dos grupos. Básico. Simple...: Los que usan el esquema BLANCO-NEGRO (Míos-Contra mi) y los demás. Los acríticos y los críticos, los dogmáticos y los librepensadores. Y prefiero rodearme de estos ¿Qué se le va a hacer? Como todos.
He de cargar con esa incoherencia.
Y ya.
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