Repugnancia.
Esa es la palabra que me viene a los labios como una arcada cuando me encuentro con esa actitud en un político. Y luego rabia pues suele venir seguida del intento de justificarse mintiendo al defender cínicamente que no es ese el motor de sus actos. Asco de ver cómo me sostiene la mirada con la misma fuerza que sostiene la farsa, aun a través de la pantalla o en la distancia de una declaración o un tuit.
¡No es cierto malditos! Sois miserables y claro que ese es vuestro método y os importa poco el daño que por vuestra culpa reciban los inocentes mientras lo ponéis en práctica. Hace tiempo que la felicidad del ciudadano dejó de ser vuestra razón de ser si lo fue alguna vez. A nadie engañan ya vuestras mentiras. Sólo existís para seguir ahí todo lo posible, para que ganen los vuestros, para continuar subidos al carro sin que os afecte quien queda por el camino. Cueste lo que cueste. Para dañar al otro cuanto más mejor, minarle y debilitar sus posiciones. Más tontos somos nosotros que os damos carnaza con el debate de las audiencias y la popularidad. El dato que buscáis no es el de las soluciones encontradas a problemas reales, ni el del descenso del daño o el incremento del bienestar. Sólo os importa cada mañana consultar si os han dado más likes que al adversario o si le habéis socavado suficientemente.
Cuanto peor mejor. Cuanto peor para el otro mejor para vosotros. Cuanto más sufrimiento más razones para decirle a alguien que lo ha hecho mal y señalar culpables sin proponer otra solución que el relevo por vosotros. Para que empiece de nuevo la rueda y cambien solo los jugadores, no las reglas.
Claro que ese es vuestro lema. Cuanto peor vaya más posibilidades de atacar al que está en el poder desde la oposición. Más cañonazos a su línea de flotación a ver si se quita para poneros vosotros, que es lo único que os preocupa.`¿Quien va por delante?´ es la única pregunta cuya respuesta importa.
Insultáis mi inteligencia obscenamente con vuestras patéticas reprimendas mutuas y esgrimiendo, como si no nos diéramos cuenta del truco, citas, datos y estadísticas para justificar con apariencia de rigor objetivo y respaldo de autoridad vuestras miserias. Y os escupís a la cara y arañáis como gatas mientras nos decís que estáis buscando puntos de encuentro y vías de colaboración y entendimiento por sentido del deber y de estado y por vuestro acentuado espíritu de servicio público, cuando en realidad solo buscáis culpables que lanzaros unos a otros como balas para agredir al oponente y desgastarle en la esperanza de que sigamos cayendo siempre en el engaño.
Y luego salís y nos miráis con vuestra entrenada cara de sinceros, y nos decís que estáis haciendo todo lo posible.. aunque no sepáis muy bien de qué estáis hablando en ese momento ni sobre qué tema toca hoy engañarnos. Y de reojo os aseguráis de dar un buen perfil y de entrar en el momento justo en que se enciende la bombilla roja de la conexión con las noticias en directo.
Por supuesto que os alegra que le vaya mal al enemigo, sin pararos a pensar si eso se expresa en despidos, en ruinas, en muertes, en sueños que escapan, en dinero o en tristezas, porque esa ventaja sobre el otro es lo único que veis, y no la desgracia de los peones prescindibles para los que vuestro tablero de juego es nuestra vida. Y en el colmo del cinismo nos retáis mirándonos diciendo que si no nos gusta votemos a los otros sabiendo que también sois vosotros. Y que el farol os va a salir bien pues tenéis todas las cartas en la manga de la alternancia, en la del miedo o en la de la lealtad ciega de los simples.
Y ya.
(Para mayor abundamiento pinchar aquí)
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