Se lo he oído a Rubén Amón por la mañana en la radio y me ha parecido una definición magistral. Hablaba del curioso fenómeno según el que hasta en los temas en que a priori menos deberían imponerse los argumentos sectarios estos se terminan imponiendo.
Argumentaba lo ridículo que le parecía esa supuesta obligación que se autoimponen algunas personas de ponerse a favor o en contra de algo no por lo que su corazón o su razón les indique sino por lo que se supone que los suyos opinan. Decía que nuestro mundo se ha vuelto unos y ceros. Solo. Sin más. Encendido o apagado. Hay que estar con o contra. Con blanco o con negro.
Lo hacía hablando del cambio climático, tema sobre el que las posturas se polarizan con independencia de los argumentos o las razones científicas. Un tema que se ha ideologizado poniendo a las personas en uno u otro extremo del arco según los dictados de su partido político o afinidad; Hay que negar su existencia misma si eres conservador independientemente de lo que sepas que sientes en el fondo. Has de radicalizarte en tus puntos de vista contra los malos gobiernos que no frenan esta catástrofe y las empresas contaminantes porque es lo que se espera de alguien que se tiene por progresista. Y todo ello sin que entre en ningún momento en el argumento la cuestión de fondo, solo las posturas dictadas por los respectivos.
La sociedad se ha vuelto binaria...simple, polarizada, sectaria, dogmática, reduccionista, generalizadora, etiquetante, facilona y promotora de clichés.