domingo, 10 de febrero de 2019

RECONOCIMIENTO FACIAL



Llegará un momento, espero que dentro de poco, en que a las quintas que vengan les parezca increíble, absurdo y gracioso, pero hubo un tiempo en que la cantidad de pilosidad facial daba información que ayudaba al bandista a categorizar a la gente sabiendo quienes eran los suyos y quienes los otros. Aún hoy hay coletazos de esto, por suerte meras reminiscencias casi anecdóticas. El otro día un buen amigo saludó a otro diciéndole "!Vaya barbazas¡ ¿Qué pasa,.. has cambiado de ideas políticas?" Y eso en una época en que tanto el anterior representante del centro derecha, como el de la izquierda más polarizada en el arco o el del nuevo partido de ultraderecha pueblan su careto con barba, lo que no ayuda al etiquetado de su portador precisamente.

Pero sí, hubo un tiempo en que era así. Hace años la gente de orden se distinguía por su apurado y la de mal vivir por dejarse barba de vagabundo, abandonado, hippie, comunista y masonazo. Incluso dentro de los primeros había niveles y estaba reglamentado quién podía llevar qué tipo de bigote (solo bigote of course) y quien no, estando reservada para la oficialidad castrense algún tipo de mostacho más poblado (regulado en las ordenanzas, se los juro a ustedes ninios y ninias del futuro que estáis leyendo esto). También era de buen tono dejarse una fila de hormiguitas sobre el labio superior (Bigote de gobernador civil lo llamaba el gran Forges) y denotaba adscripción al régimen sirviendo para homogeneizar y democratizar (modo ironía on) las costumbres pilosas.

En otras épocas el derecho a portar patillas (reglamentarias se llamaban) estaba regulado en espesor, curva, longitud, forma de unión al mostacho, etc. como nos ha enseñado el gran Harry Flasman en sus novelas. Significaban pertenencia y estatus social, ya fuera aristocrático o militar (lo cual en la Inglaterra victoriana era difícil de distinguir) y daba porte al uniforme siendo símbolo de valor y gallardía.

Resultado de imagen de Harry Flashman

En esto de la cantidad de vello facial y su reparto por el rostro de una forma u otra siempre se han mezclado los aspectos relacionados con la moda del momento, con lo corporativo de identificar a los grupos sociales, el clasismo, la reglamentación militar, etc. En algún momento cada regimiento tuvo su tipo de perilla propio entre los mosqueteros del rey francés, los normandos valoraban la longitud y el tono del color rojo de la melena en sus líderes, los galos y los oficiales y soldados napoleónicos las trenzas, algunos paracaidistas se cortaron el día D el pelo de cierto modo para reforzar su espíritu de cuerpo, la propia Guardia Civil en España ha vestido durante décadas con orgullo el bigote como elemento distintivo, etc.

Capítulo propio merece en esta ida de pinza que ya hace un buen rato se me ha ido de las manos el magistral uso de este recurso bandista que hace Hergé en sus historias protagonizadas por Tintín. Sin él no distinguiríamos a Hernández de Fernández, ni sabríamos quien es quien en el conflicto entre Borduria y Sildavia..

Resultado de imagen de hernández y fernández tintín

En fin.. que nada es suficiente en la historia cuando de etiquetar a la gente se trata, y los elementos como la vestimenta, el peinado, .. o el tipo de barba o bigote han sido siempre los más sencillos de usar (todos tenemos uno/a o podemos tener) para servir a este fin tan loable de clasificar a la peña de un solo vistazo generalista y presunto para tener claro quien son los míos y quien los otros.

Y ya.

(Nota: mientras tanto otros lo usan para buenas causas en las que se admite el distintivo de buen grado pues ayuda a reconocer a la buena gente)

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