Los españoles como masa somos muy simples (que no predecibles). Necesitamos
imágenes gráficas que nos ayuden a entender la realidad. Y en cuanto a espectro
político ya tenemos desde hoy el mapa completo.
No han valido de nada los esfuerzos antiguos de “UPyD” y los
recientes de “Ciudadanos” y de “Podemos” intentando hacernos entender que ya no
valían los viejos esquemas de derechas e izquierdas. Ya se ha encargado la
sabiduría (o simpleza) popular de encasillar a cada uno en su sitio para
facilitar la comprensión de donde se situaba cada quien en el arco. Aunque
ellos no se quisieran ver encasillados en esas categorías. Vale más una imagen
que mil palabras. Más desde luego que los nuevos esquemas por acertados que
sean. Es una pared difícil de vencer esa de tratar de hacer entender que no
tiene por qué haber bandos.
No fueron muy insistentes ni válidos tampoco los intentos
del PP por hacernos ver que ellos eran más de centro. Y la insistencia del lenguaje
mediático de acudir al simple grafismo de colocar en las puntas a la extrema
derecha y la extrema izquierda, o el recurso fácil de tachar al que pensaba distinto como "facha" o "Podemita", hicieron el resto. No ha sido suficiente para borrar
la visión de bandos la aparición de nuevas concepciones liberales o populistas en lo social, alejadas en principio del esquema clásico. Tampoco parecen estar
resultando las fórmulas tipo plataforma de colectivos y partidos, políticos independientes,
etc. No le auguro en esta batalla éxito a Manuel Valls en su intento como no lo han tenido las
alcaldesas de Barcelona y Madrid a quienes se ha ubicado claramente en uno de
esos extremos y punto. Necesitamos saber quién es el enemigo en un dibujo de
opuestos. Nos pone el lenguaje gráfico guerracivilista.
Así que desde hoy ya estamos todos en el dibujo, en la línea
visual reconocible. Ya tenemos nuestro propio partido de extrema derecha. Este fin de
semana pasado tomó forma el que nos faltaba, y VOX llenó de simpatizantes el
polideportivo de Vistalegre poniendo su bandera en el mapa de manera oficial.
Ya lo estaban oficiosamente pero no nos lo queríamos reconocer ni ellos se
reconocían públicamente en esa etiqueta. O no querían hacerlo por todas las
connotaciones negativas que conllevaba. Pero ya nos hemos quitado todos las
caretas y hemos reconocido nuestra imposibilidad de hacer entender “terceras vías”
y otros inventos difíciles de entender para el votante medio que quiere situar
y situarse en algún punto de la línea sencilla que le permite entender el mundo.
Para saber así quienes son los suyos y quienes los otros.
Y esa aparición en el espectro, o esa aceptación ya
oficial mejor dicho, tiene consecuencias mucho más graves que lo meramente
estético o lo filosófico del fracaso en el intento político de crear nuevas
formas de ver las ideas y sus concepciones. La rendición ante la fuerza del
esquema clásico de derechas e izquierdas con sus extremos, el reconocimiento oficial de la participación en el juego de una formación claramente en un polo del espectro (y en
ese lado del arco además) conlleva consecuencias y efectos sumamente perniciosas.
En primer lugar la aceptación como normales, como asumibles
en el debate político, de ideas que desde hoy los menos moderados se van a sentir
en la legitimidad y el derecho de exponer abiertamente y que hasta ahora
disimulaban por inaceptables desde la corrección política reinante. Concepciones
referentes a la emigración, el feminismo, la “eliminación (política)” del
discrepante, la configuración territorial, el aborto, la tradición, el ecologismo, etc.
En segundo lugar el “efecto contagio” que
consiste en que personas que no expresaban algunas de estas ideas en alto ahora
lo van a hacer con mayor fuerza amparadas en el descubrimiento de que hay más gente que piensa como ellas. Y este es
uno de los más peligrosos efectos de la aparición y asentamiento oficial en el
mapa de este tipo de fuerzas, pues hace que su masa crítica (y potencial votante)
crezca de manera exponencial sin el freno del sentirse solos en su extremismo.
En tercer lugar el efecto “barricada” de protección
preventiva de los que se consideran enfrente suyo, quienes polarizarán más sus posturas amparados en la
aparición de un enemigo claro con nombre y apellidos cuyo avance se convierte
en obligación detener. Los españoles no necesitamos más que tener unas siglas
claras enfrente para extremar nuestras posturas. Ya lo hacíamos sin necesidad
de ello buscándonos enemigos inventados (Todos los que no opinaban como yo eran
unos fachas) así que ahora que ya los tienen claramente definidos con sus
letras, sus símbolos, sus líderes, etc. para qué quieren más..
En cuarto lugar el intento competitivo de evitar la pérdida
de sus votantes por parte del PP y de Ciudadanos que pueda llevarles a extremar
sus posturas para que no se les vayan a VOX.
En quinto lugar el efecto imán que hacia VOX atraerá como hacia un vortex a extremistas declarados en esa parte del espectro que se sentirán si no identificados al menos cercanos y "cubiertos" por el reconocimiento oficial de unas siglas con respaldo dentro del juego democrático que ellos no habían nunca conseguido.
En quinto lugar el efecto imán que hacia VOX atraerá como hacia un vortex a extremistas declarados en esa parte del espectro que se sentirán si no identificados al menos cercanos y "cubiertos" por el reconocimiento oficial de unas siglas con respaldo dentro del juego democrático que ellos no habían nunca conseguido.
Y por último el miedo a que aparezcan, como la experiencia
demuestra, grupos de descontrolados incluso violentos (véase los CDR en otro
espacio político) como brazo de este tipo de ideas.
El último reducto de resistencia ha caído. El fenómeno del que nos felicitábamos por no tener en nuestro panorama ya está entre nosotros. Ahora ya estamos todos. Ya somos europeos también en esto. Oficialmente.
El último reducto de resistencia ha caído. El fenómeno del que nos felicitábamos por no tener en nuestro panorama ya está entre nosotros. Ahora ya estamos todos. Ya somos europeos también en esto. Oficialmente.
Y no me gusta nada.
Y ya.
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