lunes, 8 de octubre de 2018

EL MAPA COMPLETO

Resultado de imagen de Nazis en el reichstag




Los españoles como masa somos muy simples (que no predecibles). Necesitamos imágenes gráficas que nos ayuden a entender la realidad. Y en cuanto a espectro político ya tenemos desde hoy el mapa completo.

No han valido de nada los esfuerzos antiguos de “UPyD” y los recientes de “Ciudadanos” y de “Podemos” intentando hacernos entender que ya no valían los viejos esquemas de derechas e izquierdas. Ya se ha encargado la sabiduría (o simpleza) popular de encasillar a cada uno en su sitio para facilitar la comprensión de donde se situaba cada quien en el arco. Aunque ellos no se quisieran ver encasillados en esas categorías. Vale más una imagen que mil palabras. Más desde luego que los nuevos esquemas por acertados que sean. Es una pared difícil de vencer esa de tratar de hacer entender que no tiene por qué haber bandos.

No fueron muy insistentes ni válidos tampoco los intentos del PP por hacernos ver que ellos eran más de centro. Y la insistencia del lenguaje mediático de acudir al simple grafismo de colocar en las puntas a la extrema derecha y la extrema izquierda, o el recurso fácil de tachar al que pensaba distinto como "facha" o "Podemita", hicieron el resto. No ha sido suficiente para borrar la visión de bandos la aparición de nuevas concepciones liberales o populistas en lo social, alejadas en principio del esquema clásico. Tampoco parecen estar resultando las fórmulas tipo plataforma de colectivos y partidos, políticos independientes, etc. No le auguro en esta batalla éxito a Manuel Valls en su intento como no lo han tenido las alcaldesas de Barcelona y Madrid a quienes se ha ubicado claramente en uno de esos extremos y punto. Necesitamos saber quién es el enemigo en un dibujo de opuestos. Nos pone el lenguaje gráfico guerracivilista.

Así que desde hoy ya estamos todos en el dibujo, en la línea visual reconocible. Ya tenemos nuestro propio partido de extrema derecha. Este fin de semana pasado tomó forma el que nos faltaba, y VOX llenó de simpatizantes el polideportivo de Vistalegre poniendo su bandera en el mapa de manera oficial. Ya lo estaban oficiosamente pero no nos lo queríamos reconocer ni ellos se reconocían públicamente en esa etiqueta. O no querían hacerlo por todas las connotaciones negativas que conllevaba. Pero ya nos hemos quitado todos las caretas y hemos reconocido nuestra imposibilidad de hacer entender “terceras vías” y otros inventos difíciles de entender para el votante medio que quiere situar y situarse en algún punto de la línea sencilla que le permite entender el mundo. Para saber así quienes son los suyos y quienes los otros.

Y esa aparición en el espectro, o esa aceptación ya oficial mejor dicho, tiene consecuencias mucho más graves que lo meramente estético o lo filosófico del fracaso en el intento político de crear nuevas formas de ver las ideas y sus concepciones. La rendición ante la fuerza del esquema clásico de derechas e izquierdas con sus extremos, el reconocimiento oficial de la participación en el juego de una formación claramente en un polo del espectro (y en ese lado del arco además) conlleva consecuencias y efectos sumamente perniciosas.

En primer lugar la aceptación como normales, como asumibles en el debate político, de ideas que desde hoy los menos moderados se van a sentir en la legitimidad y el derecho de exponer abiertamente y que hasta ahora disimulaban por inaceptables desde la corrección política reinante. Concepciones referentes a la emigración, el feminismo, la “eliminación (política)” del discrepante, la configuración territorial, el aborto, la tradición, el ecologismo, etc.

En segundo lugar el “efecto contagio” que consiste en que personas que no expresaban algunas de estas ideas en alto ahora lo van a hacer con mayor fuerza amparadas en el descubrimiento de que hay más gente que piensa como ellas. Y este es uno de los más peligrosos efectos de la aparición y asentamiento oficial en el mapa de este tipo de fuerzas, pues hace que su masa crítica (y potencial votante) crezca de manera exponencial sin el freno del sentirse solos en su extremismo.

En tercer lugar el efecto “barricada” de protección preventiva de los que se consideran enfrente suyo, quienes polarizarán más sus posturas amparados en la aparición de un enemigo claro con nombre y apellidos cuyo avance se convierte en obligación detener. Los españoles no necesitamos más que tener unas siglas claras enfrente para extremar nuestras posturas. Ya lo hacíamos sin necesidad de ello buscándonos enemigos inventados (Todos los que no opinaban como yo eran unos fachas) así que ahora que ya los tienen claramente definidos con sus letras, sus símbolos, sus líderes, etc. para qué quieren más..

En cuarto lugar el intento competitivo de evitar la pérdida de sus votantes por parte del PP y de Ciudadanos que pueda llevarles a extremar sus posturas para que no se les vayan a VOX.

En quinto lugar el efecto imán que hacia VOX atraerá como hacia un vortex a extremistas declarados en esa parte del espectro que se sentirán si no identificados al menos cercanos y "cubiertos" por el reconocimiento oficial de unas siglas con respaldo dentro del juego democrático que ellos no habían nunca conseguido.

Y por último el miedo a que aparezcan, como la experiencia demuestra, grupos de descontrolados incluso violentos (véase los CDR en otro espacio político) como brazo de este tipo de ideas.

El último reducto de resistencia ha caído. El fenómeno del que nos felicitábamos por no tener en nuestro panorama ya está entre nosotros. Ahora ya estamos todos. Ya somos europeos también en esto. Oficialmente. 
Y no me gusta nada.

Y ya.

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